Lo político es personal
Lo personal es político es una frase-lema del movimiento feminista. Dicha por primera vez por Kate Millet, está ligada a las olas feministas estadounidenses de los años 70. Este lema se ha retomado con fuerza en los últimos años debido a los debates sobre temas considerados íntimos: sexualidad, aborto, identidad de género y tantos más.
La frase sirve para sacar del silencio problemas y situaciones de los que sentimos que no podemos hablar. Afirma que debe importarnos como sociedad lo que nos sucede, y que toda acción, por más íntima que parezca, tiene una estructura que la sostiene.
En un artículo publicado el 8 de marzo de 2018, hay una lista que explica bien por qué lo personal es político. Es esencial y urgente que hablemos de temas que afectan la vida de muchísimas personas. Hoy quiero proponer que repensemos cómo lo hacemos.
Una mirada de ida y vuelta
Esta es mi idea: tenemos que recordar que lo político, muchas veces, es personal. Dar vuelta la perspectiva, no para descartar la anterior, sino para enriquecer nuestra mirada. Llevar lo personal al campo político implica racionalizarlo, analizarlo, enfrentarlo. Es centrarse en la idea y en lo que significa. Lo importante es, creo, no olvidar que la ecuación se lee en ambos sentidos. Lo personal es político, lo político es personal.
Sentipensar esto me alejó de la autoexigencia de actuar todo el tiempo de acuerdo a mis ideales, de cuestionar cada acción, cada palabra mía y de la gente que me rodea. Y también de juzgar con severidad las acciones de otras personas por no ser consecuentes con la teoría o las ideas.
Somos seres de mucha complejidad, nos atraviesan distintas historias, estímulos, deseos y miedos. Y sí, somos animales de política porque vivimos en sociedad, pero también somos personas. A veces no podemos, no queremos, no nos sale. Fallamos, nos contradecimos y no actuamos de forma consecuente. No podemos sacarnos ideas impuestas así como nos sacamos un buzo.
Creo que muchas veces miramos con dureza nuestro interior y nuestro entorno. Que tomamos ideas, palabras que creemos buenas, como máximas. Y el problema con las palabras (que son muy poderosas) es que para introducir conceptos, generalizan. Los conceptos eliminan las diferencias y los matices para llegar a lo común. En eso es que se pierde, justamente, lo que nos hace ser humanas, nuestras particularidades.
Está bien repensarnos siempre que queramos y en la medida en que estemos dispuestas, no así forzarnos a habitar lugares para los que, humanamente, no estamos listas. Hay puertas que cuesta abrir, y eso tenemos que tenerlo claro para nosotras, para las demás y los demás.
Lo que digo es: no olvidemos que somos personas, que tenemos sensibilidades y que podemos fallar. No caigamos en un mandato para salir de otro. No caigamos en ningún mandato. Hablemos, sí. Gritemos, incluso. Lloremos con furia, lloremos de frustración y lloremos alegres por habernos cuestionado. Porque es verdad que lo personal es político y debe ser debatido, racionalizado, conversado, pero no olvidemos que lo político también es personal, que nos moviliza hasta lo más profundo.