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Mujeres en el carnaval: María José Hernández

Mujeres en el carnaval: María José Hernández

18 Feb 2019 | Hoy te presentamos

ste artículo es parte de una serie de entrevistas a mujeres en el carnaval que se realizaron durante el concurso 2019. Acá podés encontrar las otras.

Este año en vísperas de carnaval se palpitaba una verdadera fiesta: se vivía con mucha alegría, como de costumbre, pero también con muchos aires feministas. Por primera vez, el carnaval tuvo una consigna que quería visibilizar la importancia de la presencia de las mujeres en esta fiesta. Se hizo a través del uso de un pañuelo rojo en el desfile inaugural de carnaval.

María José Hernández, integrante de Falta y Resto, nos cuenta cómo vive el carnaval como parte de una murga paritaria, y comparte sus críticas al machismo imperante en esta fiesta popular. También sabremos qué opina sobre la movida #SinNosotrasNoHayCarnaval y la importancia de visibilizar a la mujer en estos espacios.

¿Cuándo dejaste de vivir el carnaval como espectadora y te subiste al escenario por primera vez?

En el carnaval del 2001 con la comparsa Mi Morena, como cantante del coro. Ese año la dirigía Jorge Schellemberg. Después de arreglar con la comparsa me llamaron de la murga La Bolilla que Faltaba y me quedé con las ganas de salir, ya que la murga era mi pasión. Por suerte tuve la oportunidad cuando me convocaron en el 2010 para cantar en La Bolilla que Faltaba y me volví a subir con esta murga en los años 2011 y 2012.

Desde ese primer tablado hasta el día de hoy, ¿sentís que ha cambiado el lugar que las mujeres ocupan en el carnaval?

Creo que los cambios han sido lentos y la realidad no es muy diferente a la de aquellos años en cuanto a la participación y el rol. Podría animarme a decir que sí hay una pequeña diferencia en cuanto a la visibilización de que las mujeres podemos hacer murga, aunque los números no acompañan esta sensación. De hecho, en aquel año en el que pisé tablados por primera vez había una murga de mujeres en el concurso y cuando me volví a subir había dos. Las que vamos cambiando somos nosotras que cada vez defendemos más nuestro derecho al carnaval y que hemos decidido colectivamente no bajarnos y visibilizar nuestro trabajo.

Las mujeres de Falta y Resto tienen un papel importante, ya que es la primera murga paritaria (con igual cantidad de componentes hombres y mujeres). Y justo por este motivo no pudieron participar del concurso este año. ¿Alguna vez se plantearon repensar la paridad para acceder al concurso?

No, jamás estuvo esa posibilidad, ni siquiera en la mente de ningune integrante del colectivo.

>En el espectáculo de este año retomaron un cuplé del 83 y modificaron “la murga solo debe hacer reír” por “solo debe ser varón”. ¿Consideran que la participación de mujeres debe volverse parte integral de la murga?

El cuplé original respondía a la censura realizada por los militares a las murgas a principios de los 80, aludía a la falta de libertad que sufría nuestro país y denunciaba de forma poderosa sobre lo prohibido y las ausencias. El no poder subirnos con la murga paritaria fue vivido por el colectivo como una censura y un volver a echar a las mujeres del escenario. La ausencia esta vez refiere más directamente a las mujeres.

Sentimos que el mandato mayor en relación a la murga en este momento es que debe ser varón, de los varones. Más allá del machismo que atraviesa y sostiene la lógica del concurso y de la murga, también se le sumó en este momento el castigo por traición al género masculino que la murga recibió por decidir que el coro debía ser paritario. Por eso sentimos que aquel cuplé de murga sigue vigente, la censura es a la voz de las mujeres y solo el cambiar una frase lo hizo tan vigente como en aquellas épocas oscuras.

Las mujeres siempre hicimos murga, más allá de las murgas de mujeres que datan de las primeras décadas del 900, desde niñas fuimos al tablado, jugamos a hacer murgas con nuestres vecines, hermanes, amigues. A las mujeres nos han relegado a lo privado y a lo doméstico, y como en cualquier otra rama del arte o de las ciencias, los oficios, nos han cortado y cerrado puertas, lo que es un acto violento, excluyente y ridículo.

Las mujeres murguistas tenemos el mismo derecho de pisar los escenarios que los varones, claro que la exigencia es mayor y el juicio también. Pero sin lugar a dudas nuestro género no es un motivo para bajarnos del escenario. La murga no es varón. 

Este año surgió la movida de un pañuelo rojo con el lema #SinNosotrasNoHayCarnaval, a la que las mujeres de la Falta se sumaron. Para vos, ¿por qué sin mujeres no hay carnaval?

En primer lugar, porque sin mujeres no hay nada. A las mujeres históricamente nos relegaron a hacer las tareas de organización, administración, cuidados, educación, resolución de conflictos, atención de las tareas domésticas, crianza de les niñes y atención y resolución de las necesidades de los varones. Nada hubiera sido posible sin el trabajo silencioso, ocultado y desvalorizado de esas tareas y acciones, sostén desde el núcleo familiar hasta en el carnaval. Una parte de esta campaña refiere a eso, a visibilizar el trabajo de todas esas mujeres que han hecho y hacen que los varones puedan subirse al escenario.

Hay otra parte del reclamo que refiere a las mujeres artistas que amamos el carnaval y deseamos participar de esta fiesta y de este arte, pero que no nos dejan subir. Tal es el caso de La Bolilla que Faltaba y Cero Bola, con las que desistimos de subirnos porque tener todo en contra imposibilita también las posibilidades económicas de armar un conjunto. Y por supuesto que a la bajada del coro paritario de la Falta.

También hace referencia a las compañeras de las comparsas y revistas que muchas veces no trabajan en las mejores condiciones y donde la violencia es moneda corriente. Una amiga mía —artista que salió en murga, parodistas, actriz, puesta en escena— decía: “si saliéramos todas las mujeres murguistas que hay en el país, habría más de diez murgas de mujeres”.

¿Por qué te parece importante visibilizar la falta de mujeres en el carnaval?

Es parte de la lucha feminista ir derribando los muros que nos han levantado, denunciar los espacios que nos han prohibido habitar y decidir dejar aquellos lugares en los que nos han obligado a estar y cumplir roles mandatados a rajatabla y por los que éramos castigadas si no los hacíamos “bien”. Es necesario dar esta lucha también en carnaval, teniendo en cuenta que es una fiesta popular y que nosotras somos parte. Aunque nos quieran matar simbólicamente, no lo permitiremos, porque ahora sabemos que estamos juntas y que ese lugar es nuestro y que no hay que pedírselo a nadie. Hay que exigir que nos sea devuelto, que no se nos siga robando la libertad, ni la voz, ni la vida.

En toda tu historia carnavalera, ¿te has sentido ninguneada, violentada o incomodada por varones del ambiente, por el hecho de ser mujer?

Sí. Hay muchos colegas que no te tratan como tal, hay periodistas de carnaval que han hecho comentarios misóginos y hasta se burlaron de nosotras. Sabemos que las miradas también comunican y de allí se siente la violencia y el ninguneo. Alguna murga que no te saluda o integrantes de la Falta de antes a los que les molesta o sienten que se les robó la murga. También suelen decirnos tortilleras (que tampoco sería un insulto), como para mostrar que hacés cosas que parecerían ser de varón, lo que demuestra el valor de la norma y su inherente violencia para castigar aquello que se aleje: o sos puta o torta, algo te pasa. Otra cosa que me ha pasado es que cualquier gesto hacia un murguista varón de felicitarlo por el trabajo, o subir a una bañadera es decodificado por varios murguistas como que en realidad lo que querés es cogértelos. También hay compañeros varones que sí se gozan de nuestra existencia, tal vez los menos, pero los hay.

Giana

Fotografía brindada por María José Hernández

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