¿Qué es una murga, mamá?
Hablemos de la conformación de las murgas, la presencia de mujeres y la ausencia de diversidad.
Si vas a los tablados o mirás carnaval por la tele, habrás notado que la presencia de mujeres varía mucho según la categoría. En revista y sociedad de negros y lubolos, por ejemplo, hay muchas mujeres: bailarinas, cantantes. Por el contrario, en murgas, humoristas y parodistas son minoría.
Las cifras de integrantes que suben a los escenarios del Concurso Oficial de Carnaval de este año lo muestran claro. En murga salen un total de 340 personas: 322 son hombres y 18 son mujeres. En los 5 conjuntos de parodistas salen 11 mujeres y 86 hombres. En humoristas, 17 mujeres y 49 hombres. Si querés saber más sobre las mujeres que participan este año, acá hay una nota.
¿Por qué hay tan pocas mujeres?
Son varias las razones. Una es que el carnaval ocurre dentro de una sociedad que nos asigna roles y nos expulsa de diversos espacios, existe el techo de cristal, tenemos que ser las mejores en todo para poder tener un lugar y siempre somos puestas a prueba. Está claro que esto no pasa siempre y en todos lados, pero es un fenómeno social que es necesario considerar.
Analizando de forma específica las murgas (ya haremos más notas con otras categorías) vemos que juega mucho la idea de tradición. La murga murga, la murga de verdad, es la compuesta totalmente por hombres que cantan grave y con la mandíbula al costado. Una imagen que a mí ya se me hace extraña. Pero hay quienes dicen que la murga es eso.
La realidad es que la murga ha sido distintas cosas a lo largo del tiempo y que las bases que la fundan no son las características visibles (y variables) de género, cantidad de personas o registro de voz. Entonces, cabe preguntarse qué es lo que hace que una murga sea una murga. Libertad, transgresión, crítica, diversión, pueblo son algunas de las palabras que salen al hablar del tema con personas que están en contacto con las murgas.
Lo cierto es que los cambios se están produciendo y están siendo aceptados, por eso hay reacciones adversas. No sé a vos, pero a mí me pone contenta saber que las niñas que van a los tablados con su familia puedan verse reflejadas en las murguistas que ven arriba del escenario. Existen, están, las vemos. Para las más chicas eso es natural, ahí está la verdadera transformación.
Las mujeres también ocupan en carnaval lugares invisibilizados, aunque el fruto de su trabajo sea esencial y esté tan a la vista: maquillaje, trajes, puesta en escena… ¿todo eso no es parte de la murga? Exigir más presencia sobre el escenario y marcar esta realidad no significa decir que estos trabajos son poco importantes. Al contrario. Ojalá no haya trabajos de mujer y que podamos estar donde queremos sin condiciones absurdas por nuestro género.
En general, la realidad es que en los conjuntos no hay diversidad. Son casi todos hombres (salvo en las categorías que dijimos antes), muchos blancos, cis (sexo biológico y género coinciden) y no están en situación de discapacidad.
La variable género es una de las muchas que podemos analizar y los resultados serían muy parecidos. En esto juega, también, el hecho de que muchas murgas tienen dueños, ya son equipos formados, quieren el mejor cuadro para ganar. En general ya no son, como me contaba mi padre, grupos de personas que tenían ganas de cantar y decir cosas y se juntaban en el club de barrio. El concurso influye en todo el proceso.
Amalia Amarillo, murguista de La Mojigata, la murga con más mujeres este año (4), lo dice claro: “Es vital para la murga el intercambio generacional, para su riqueza, su resguardo y su fortaleza, pero sobre todo para entender que si la tradición es resistencia los discursos no pueden ser arcaicos ni defender los intereses de unos pocos. Eso es la murga, mamá”.
Alternativas
En murga joven las cosas se dan distinto. Aunque existe el machismo, salen varones acosadores y hay mucho trabajo que hacer, hay mucha más libertad en la conformación de los grupos, y aunque hay un concurso (al que le dicen encuentro para que no lo parezca) en el que se dan menciones y premios, hay una mayor sensación de libertad y horizontalidad. Al menos así lo he sentido y lo han manifestado murguistas que ahora salen en carnaval mayor, como Jimena Márquez o Emilia Díaz.
Este año surgió también la iniciativa Más Carnaval, escenarios populares que van a distintos barrios con espectáculos de diversos conjuntos que no participan en el concurso oficial (quienes están concursando no pueden por temas de derechos de imagen). Allí se rompe la lógica de presentarse para ganar, llenar rubros, tener el mejor coro del mundo entendido como el que suena más grave. Allí los conjuntos están cerca de la gente, se pasa la gorra y van familias con reposera a disfrutar de una tarde de verano entre música, humor y comida.
Frente a las exclusiones, podemos luchar por cambiar los espacios que existen o construir nuevos. Esto corre para el concurso, pero también para las murgas. Podemos intentar meternos en alguna que tenga pocas mujeres o ninguna, pero ¿alcanza con estar? O podemos apostar por crear un nuevo lugar, un conjunto en el que nos sintamos cómodas y nuestra voz sea escuchada en igualdad.
Lo importante es que sepamos algo básico: la murga es de todas, la murga es para todas.